Caso Hermosilla: la mano que mece la cuna
El abogado y experto en transparencia, Alberto Precht, reflexiona en esta columna sobre el Caso Hermosilla, protagonizado por alguien que “pudo ser abogado de los hombres de confianza del Presidente actual y del anterior”. A su juicio, el proceso judicial que se abre con las formalizaciones es una oportunidad para poner luz en las zonas más oscuras del poder. Y se pregunta: “¿Se pagó la defensa de un exministro del Interior con dineros que provenían de un fraude tributario? ¿Recurrir a” consiglieres”, “pingüinos” o “besa manos”, es la única forma de acceder a un cargo de nominación?”.
Louis Brandeis fue un juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, padre del derecho de la libertad de expresión. La siguiente frase es, quizás, la más célebre de todas las que uno puede destacar de sus votos y que hoy vale la pena resaltar una vez más: “La luz del sol es el mejor desinfectante”
Leonarda Villalobos es una persona imputada por delitos de corrupción. Una persona que se movía en los recovecos de los servicios públicos. Una mujer, al parecer, con poca conciencia del delito, ya que, a pocos minutos de cometer uno, se quejaba, en la misma grabación que la haría famosa, de la ola de delitos “violentos” que azota al país.
Pero, Leonarda tiene una gracia, ya que, sin quererlo, o queriéndolo quizás, logró poner luz en uno de los lugares más oscuros, a los que siempre es más difícil llegar, el lugar por el que al año son asesinados periodistas de investigación como Daphne Caruana[1], el lugar donde las cosas “se parrillan”, donde elegantes y no tanto se encuentran para, de manera impune, demostrar que allí se encuentra el verdadero poder, alejado de ritos electorales o bursátiles regulados. El lugar donde se cuentan los secretos, se hacen trampas extorsivas y luego se hacen las llamadas necesarias para que las “pasadas” ocurran o los nombramientos tengan una mejor chance.
Aunque suene incluso obvio, uno debe desinfectar lo que se encuentra infectado, purulento, hediondo, incluso podrido. Y mucho de esto es lo que se escucha de manera vulgar y brutal en la conversación de Hermosilla y compañía.
Y al escuchar los audios y los otros antecedentes de la formalización en curso -más allá de toda defensa- en cualquier persona normal se produciría asco y algo de asombro. Pero, sobre todo, pesadumbre al develarse o confirmarse lo que ocurre en algunos pasillos y salones del poder.
Luis Hermosilla es a quien la luz del sol hoy alcanza, el que queda al descubierto. Y al quedar expuesto, como ocurre en este tipo de casos, también lo quedan sus clientes honestos y aquellos delincuentes que confiaron en sus servicios jurídicos, pero, sobre todo, en los no jurídicos. Para su equipo de defensa, Hermosilla vendría siendo algo así como un “tío dicharachero”, un “fantoche”, alguien que habla de más, pero que, en realidad, no debe ser tomado muy en serio, pues sus dichos no serían más que una forma sui generis de atención al cliente.
Pero, no debemos ser incautos. Las supuestas prostitutas rusas, la eventual idea de quemar oficinas del Servicio de Impuestos Internos, el separar una “gambita” para pagar sobornos y otros tantos dichos que se escuchan en el audio, tienen directa correlación con autodenominados empresarios (aunque no sean generadores de riqueza, sino más bien malabaristas tributarios) que durante años instalaron esquemas de facturas falsas, de “pasadas”, de intentar acceder a círculos de poder, para luego vanagloriarse de que podían organizar una comida con tal o cual persona para mostrar un cierto estatus. Y todo eso por una suma no despreciable en honorarios pagaderos a uno de los pocos que, a la vez, pudo ser abogado de los hombres de confianza del Presidente actual y del anterior.
La luz del sol, en este caso, nos abre muchas interrogantes. ¿Se pagó la defensa de exministro del Interior, con dineros que provenían de un fraude tributario? ¿Pudo haber ocurrido algo similar en otros casos? ¿Recurrir a” consiglieres”, “pingüinos” o “besa manos”, es la única forma de acceder a un cargo de nominación? ¿Nos haremos una vez más los locos, como en los casos Penta y SQM o, más reciente, el de las fundaciones, que son muestras claras de una forma transversal de jugar el juego del poder?
Mientras los abogados discutimos sobre el encuadre en uno u otro tipo penal, para calcular las posibles penas y, por lo mismo, la pertinencia de medidas cautelares, el país sigue como en la historia del “Gatopardo”: se le hace creer que todo está cambiando, pero para que nada cambie. Pasó en octubre del 2019 y con las comisiones que se instauraron después de cada uno de los escándalos de corrupción. ¿Pasará luego del juicio inesperado, fruto del azar, que hoy presenciamos?
Sólo lo sabremos si realmente contamos con fiscales y jueces valientes -y vaya que existen-, y con medios que no callen, cosa que ocurre hasta ahora. Pero, sobre todo, con políticos que quieran desmarcarse, reconocer las fallas propias del diseño del sistema que deben ser modificadas y así utilizar este caso para que, finalmente, logremos cambiar el curso crítico que vive nuestra latina democracia y liberarnos de las amarras que, en palabras de Enrique MacIver, atajan el poderoso vuelo de la República.